“Son casi las seis de la tarde. Las siento llegar. No tan intensamente como los niños sienten llegar la Nochebuena, pero avanzando hacia mí de todos modos. A las seis en punto bebo té, un disfrute festivo carente de desilusión en esta achacosa existencia. Algo que te hace sentir que tienes en tus manos el poder de una felicidad calmada. Me da placer incluso la acción de echar agua fresca en mí precioso hervidor de níquel de medio litro. Espero pacientemente a que hierva, escuchando el sonido silbante, el canto del agua.
Tengo una taza enorme, profunda, redonda, de Wedgwood, de color rojo ladrillo. El té del Café Central huele a praderas en el campo.
El té tiene un tono amarillo dorado, como heno fresco. Nunca se pone demasiado marrón, sino que permanece ligero y delicado. Lo bebo de forma consciente y muy lenta. El té tiene un efecto estimulante en mi sistema nervioso. Todo en la vida parece más llevadero y liviano después de beberlo.
Beber mí té a las seis nunca parece perder su poder sobre mí. Cada día lo anhelo con la misma intensidad que el día anterior y, cuando lo bebo, lo incorporo amorosamente a mí ser”.
Peter Altenberg, Sonnenuntergang Prater,
El pequeño libro del Mindfulness